“Mi actuación era éticamente incoherente”: qué supone cancelar un concierto en el Sónar por razones ideológicas
La iraquí Dania Shihab explica por qué ha abandonado la programación por la vinculación del certamen con un fondo de inversión estadounidense con intereses en Palestina


Dania Shihab (Bagdad, 42 años) asegura que ya está en la fase de aceptación del duelo por cancelar su actuación en el Sónar de este año, que se celebrará desde este jueves hasta el domingo. “Tocar era un sueño que no esperaba cumplir, el Sónar es un festival crucial para el destino de muchos artistas”, cuenta, acomodada en su estudio del Eixample a pocos días de que empiece la edición número 32 del festival de innovación y creatividad musical. Esta artista, que tenía prevista su actuación el viernes, forma parte del grupo de medio centenar de artistas y colectivos que han decidido no participar por la vinculación del certamen con Kohlberg Kravis Roberts (KKR), el fondo de inversión estadounidense con intereses en Palestina. KKR, que posee Superstruct Entertainment desde el verano pasado —el grupo que adquirió el Sónar en 2018—, invierte en firmas israelíes de ciberseguridad y posee la propiedad mayoritaria del conglomerado mediático que ofrece viviendas en territorios palestinos.
Tanto Shihab como el resto de los artistas que han cancelado su actuación consideran insuficientes los movimientos que el Sónar ha ido ejecutando según se acercaba la fecha del festival para cumplir con las recomendaciones de las asociaciones culturales y las comunidades pro-palestinas. Las demandas eran condenar el genocidio cometido contra el pueblo palestino, desvincularse de cualquier actividad de inversores contraria a los valores del festival, así como la implicación activa en el diálogo de artistas y comunidades. El punto más complicado en ese diálogo se refería a la lista final de patrocinadores del certamen. En su último comunicado, el cuarto en varios días y enviado el pasado viernes, Sónar aseguraba haber cumplido todas esas demandas y reafirmaba su “vocación de ser un festival culturalmente comprometido”. Pese a los avances, las bajas como la suya se mantienen.
“El sentimiento colectivo entre los que nos hemos retirado del cartel es de dolor y tristeza. Amamos el festival, apreciamos la sensibilidad y gestión artística de Ikram Boulom [responsable de contratación del festival] y tenemos un vínculo muy especial con el Sónar. Sabemos que es una plataforma de proyección muy importante. Pero en mi caso, y yo solo puedo hablar por mí, mi actuación era moral y éticamente incoherente”, aclara esta artista sobre por qué ha decidido salirse del cartel de 2025.

El pasado 19 de mayo, Shihab anunció que ya no presentaría Replica Relic, un show que lleva preparando durante el último año para su estreno en el Sónar. Su directo cuenta instrumentos musicales creados por ella misma a partir de réplicas en 3D de artefactos iraquíes del Museo Británico con el objetivo de cuestionar la propiedad institucional del patrimonio cultural y abrir caminos a la reconstitución decolonial. “Después de pasar varias semanas trabajando para facilitar una solución diplomática y comunicándome directamente con PACBI (Campaña Palestina por el Boicot Académico y Cultural a Israel), los artistas y el propio festival, incluida una reunión cara a cara con uno de los cofundadores del Sónar, no puedo en conciencia seguir adelante con mi actuación programada”, explicaba en su comunicado de renuncia.
No ha sido una decisión fácil para una artista que lleva 13 años viviendo en Barcelona y divide su tiempo pasando medio año en España y otro medio en Australia; entre proyectar su carrera artística aquí y ejercer la medicina en otro continente. Shihab nació en Irak y su familia huyó de su país durante la Primera Guerra del Golfo, cuando ella tenía dos años, trasladándose primero como refugiados a Inglaterra y luego a Tasmania (Australia), donde creció perteneciendo a la única familia migrante que había en su zona. “De Irak tengo una memoria imaginada, mis padres me han hablado mucho sobre la época anterior a Sadam, describiéndola como un lugar verdaderamente mágico. En mi mente, he creado un mundo paralelo casi de fantasía que en realidad no existe”, aclara, ya que nunca ha podido volver a su país natal por la dificultad que supondría viajar sola.

Tras formarse como doctora en el norte de aquella isla atendiendo a las comunidades indígenas y pasar 10 años combinando su carrera en la medicina con la de la producción musical de otros, Shihab decidió sacar su lado artístico en el confinamiento en Barcelona “Me quedé atrapada en España y decidí lanzarme a lo mío en serio”. Aunque parte de su producción musical, centrada en el ambient y el triphop, “está despolitizada”, buena parte de su obra está definida por reflejar su experiencia en la otredad de su identidad como mujer árabe y migrante. “Mi música busca ayudar a las personas a recordar y a reflexionar sobre la descolonización del presente y las instituciones, dando voz a las comunidades que han sido marginadas”. Su primer álbum lo tituló Voz. “Al crecer como mujer árabe, no estaba bien visto cantar. Era una forma de usar mi voz como una especie de autodeterminación”. El segundo trabajo lo llamó Foreign Body, creando un vínculo simbólico entre la medicina y la migración. “Como médica, ese es el término que usamos cuando alguien acude a urgencias con un objeto insertado en su cuerpo. Tracé una línea paralela entre ese concepto médico y mi propia existencia en la sociedad como inmigrante: o quieres que los cuerpos extranjeros se asimilen por completo, o los rechazas y los eliminas”.
Su show para Sónar, Replica Relic, seguía esa senda política. A principios de 2024, Shahib empezó a escribirse con el departamento de Mesopotamia del Museo Británico (“El único lugar que puedo visitar para ver restos de mi cultura”). Sabía que habían publicado un número limitado de mallas 3D de dominio público. Como estaba interesada en algunas piezas del museo para su uso artístico, ó con la institución. “Me dijeron que debía demostrar que respetaba esos objetos y que mi arte también fuese respetuoso con ellos. Esto me pareció muy condescendiente, porque son ellos quienes deberían respetar esos objetos que han tomado de mi cultura. Así que decidí actuar por mi cuenta”. Shihab volvió al museo y tomó unas 500 fotos de cinco adquisiciones mesopotámicas originarias del sur de Irak. Esas imágenes le ayudaron a crear su propia base 3D, que imprimió en su casa. ó con un ceramista de Barcelona y esos moldes acabaron siendo cinco objetos que se convertirían en cinco instrumentos. ¿Cómo lo hizo? Integrando en su interior arduinos, miniordenadores de hardware y software de código abierto que facilitan la creación de dispositivos electrónicos.

Así, la réplica de Statue, una estatua femenina babilónica, produce sonidos cuando Dania pasa sus dedos sobre su cabeza. En Bowl, su réplica del cuenco iraní de la Edad de Bronce, el sonido se adapta al agua de su interior. Entre otros instrumentos tan hipnóticos como el sonido que desprenden, destaca Nimintabba, una tabla en sumerio que Shahib memorizó y aprendió para trasladar ese lenguaje a un sintetizador. Para el directo, además, Shihab se había aliado con el director Mau Morgó, encargado del aspecto visual del show en el escenario del Stage+D del Sónar. Un debut que no pasará en Barcelona, sino en una versión reducida de 25 minutos en el Cafe Oto de Londres el próximo 16 de junio. “Al menos esos instrumentos sonarán cerca del Museo Británico”, apunta.
Pese al mal sabor de boca, Shihab cree que la controversia ha abierto diálogos más amplios sobre la financiación corporativa de eventos culturales y festivales, más allá del propio Sónar. “No se trata de un evento en particular, sino de los festivales en general y del origen del dinero que financia la cultura. Esto está afectando a eventos como Field Day, Mighty Hoopla, a todos los festivales de Superstruct, e incluso South by Southwest (SXSW) en Londres”, apunta.
Mientras organiza OFFNada, una fiesta junto a otros artistas que han cancelado su presencia en el Sónar, y que se llevará a cabo el próximo viernes noche en el Pumarejo de L’Hospitalet, Shihab tiene claro por qué era crucial dar marcha atrás: “Los artistas siempre son los primeros en cuestionar las cosas. Son los primeros en poner un signo de interrogación y preguntar el porqué de las cosas. Por supuesto que no podemos vivir en este mundo siendo consumidores perfectos y todo está ligado a algo. Estamos atados a muchas corporaciones de las que no podemos liberarnos. Pero dentro de ciertos sistemas, podemos decir que no. Y por primera vez, me di cuenta de que yo podía decir que no”.
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