Donald Tusk supera la moción de confianza tras el batacazo en las presidenciales de Polonia
El primer ministro de centroderecha espera reforzar su liderazgo con el voto de la mayoría parlamentaria después de que el ultraconservador Karol Nawrocki ganase las elecciones del 1 de junio

Las elecciones presidenciales polacas del pasado 1 de junio han sido una llamada de atención para el Gobierno de coalición encabezado por el conservador Donald Tusk. Un año y medio después de la toma de posesión del Ejecutivo liberal que venía a transformar Polonia tras ocho años de mandatos ultraconservadores, los avances han sido insuficientes. La caída en la popularidad de los liberales quedó de manifiesto en esos comicios, cuando el nacionalista Karol Nawrocki, candidato apoyado por Ley y Justicia (PiS), ganó por la mínima. Tusk convocó entonces una moción de confianza para buscar el impulso político que necesitan él y su equipo. Este miércoles ha constatado que sigue contando con mayoría en el Sejm, la Cámara baja del Parlamento polaco, que le ha dado su apoyo.
Han sido 243 votos a favor frente a 210 en contra. “Necesitaba este voto por razones obvias”, ha reconocido Tusk tras la votación. “Se especulaba sobre si el Gobierno sobreviviría, y es difícil trabajar en esas condiciones”, ha argumentado como motivo para haberse sometido a esa cuestión de confianza.
“Pido un voto de confianza porque estoy convencido, y tengo fe y seguridad en que tenemos el mandato para gobernar y asumir la responsabilidad de lo que está ocurriendo en Polonia”, había apostado Tusk al arrancar su intervención por la mañana. El primer ministro reivindicó el resultado de su candidato a la presidencia, Rafal Trzaskowski, e instó a su equipo a asumir su responsabilidad para trabajar a fondo en los dos años y medio que quedan de legislatura. “Basta de lloriqueos”, les conminó.
En su discurso, el dirigente presumió de lo que considera éxitos de su Gobierno, frente a la opinión mayoritaria de que su actividad es lenta e insuficiente. Según Tusk, se ha aumentado un 67% el gasto en defensa, se ha reducido en un 50% la concesión de visados a inmigrantes procedentes de África y Asia, el Ejecutivo ha reforzado la valla fronteriza con Bielorrusia y ha “devuelto al país a la primera liga”. El primer ministro dio también cifras económicas que apuntan a la consolidación y el crecimiento de la competitividad del país.
Tusk llegó al poder con 100 promesas para los 100 primeros días del Gobierno, de las que apenas ha completado una veintena. “Soy consciente de que muchos asuntos no se han cumplido”, reconoció en su discurso. El Ejecutivo ha empeñado, sin embargo, buena parte de su energía en tratar de saldar cuentas con PiS, en lugar de invertirlas en reconciliar un país profundamente fragmentado.
El primer ministro rechazó que esa búsqueda de poner a los anteriores dirigentes frente a la justicia haya sido una cuestión de “venganza” o “represalias”, y la ha defendido “como un enfoque serio del Estado polaco para resolver todos los abusos”, que continuará pese al resultado electoral. Como repasó, se han presentado cargos contra el ex primer ministro Mateusz Morawiecki y siete ministros de la época de PiS, además de contra otros cargos inferiores. “No me convencerán de que se trata de una caza de brujas”, afirmó.
“Todos los que estén dispuestos a avanzar conmigo, con el Gobierno, al margen de emociones momentáneas, y a construir una Polonia mejor, deben votar hoy a favor del voto de confianza”, instó Tusk. “Estoy dispuesto a continuar la labor de este Gobierno”, aseguró. Tras la votación, se mostró dispuesto a cooperar con el nuevo presidente si este así lo quiere, aunque previó dificultades. Y aunque no quiso cuestionar los resultados de las elecciones, señaló que en algunos puntos de votación hay indicios de fraude que necesitan ser aclarados.
Hasta 260 diputados pidieron el turno de palabra. Los socios del Gobierno reclamaron acción para sacar adelante temas pendientes, desde una rebaja de impuestos a la aprobación de las uniones entre personas del mismo sexo, pasando por la descentralización para dar más poder a los gobiernos locales.
La oposición, liderada por PiS, aprovechó para hacer un repaso a sus clásicos ataques a Tusk, como su supuesto vasallaje ante Berlín y la pérdida de independencia del país. En declaraciones antes de la sesión, en la que la bancada ultraconservadora permaneció prácticamente vacía en señal de protesta, el presidente del partido, Jaroslaw Kaczynski, arremetió contra el Gobierno. Argumentó que Alemania está transfiriendo inmigrantes a Polonia, a lo que Tusk contestó en su contrarréplica desde el estrado que probablemente se introduzcan controles en esa frontera este verano.
El líder de PiS también afirmó que las empresas estatales están registrando pérdidas históricas o que se han reducido las clases de religión en las escuelas. “Polonia necesita un Gobierno bueno y eficaz, y nos esforzaremos por crearlo”, afirmó en declaraciones recogidas por la prensa local.
El exministro de Educación con PiS Przemyslaw Czarnek inquirió al primer ministro desde el estrado: “La pregunta es por qué no se deja llevar por el honor y dimite en lugar de presentar una estúpida moción de confianza”. El colíder del partido de extrema derecha Confederación (Konfederacja), Krzysztof Bosak, calificó la intervención del primer ministro como “un discurso largo, aburrido y sin sentido”. El otro codirigente, Slawomir Mentzen, afirmó, en una reflexión compartida en X: “Tusk se jacta de ser el que más gasta en bienestar social en la historia. Genial. Me pregunto si también se jactará de que, como resultado, tenemos la mayor deuda, déficit e intereses de la deuda de la historia”.
La coalición liberal cuenta con 242 escaños de los 460 del Sejm. Si Tusk perdiese en lo que le queda de legislatura la diferencia de 12 diputados frente a la bancada ultraconservadora y de extrema derecha de la oposición, podría seguir gobernando en minoría, aunque su posición quedaría muy comprometida.
La oposición necesitaría una supermayoría de 307 diputados para disolver el Parlamento y convocar los comicios. Los analistas no prevén por ahora un adelanto de las elecciones legislativas, previstas para 2027, pero nadie la descarta tampoco. La capacidad de sacar adelante el presupuesto y las reformas prometidas para restaurar el Estado de derecho y avanzar en una agenda social más progresista quedarían, sin embargo, aún más mermadas.
Apoyo de los socios
Con el voto de confianza, Tusk ha puesto a prueba el apoyo de sus socios de gobierno, una amalgama de partidos liberales que comprende a su partido de centroderecha, Coalición Cívica (157 diputados), los minoritarios y más progresistas de Nueva Izquierda (Nowa Lewica), con 21 escaños, y la coalición de centroderecha Tercera Vía. Esta unión, formada por 32 diputados del centrista Polska 2050 y 32 del partido conservador agrario PSL, es el elemento más problemático para el primer ministro en el Ejecutivo. Su candidato a las presidenciales, el presidente del Sejm, Szymon Holownia, obtuvo un 4,99% de votos en la primera vuelta, ligeramente por debajo del 5% del umbral necesario para tener representación parlamentaria si se celebrasen elecciones.
PSL, que en el pasado ha gobernado en coalición con PiS, está sondeando entre sus militantes si prefieren que el partido siga en el Ejecutivo liberal o si debería formar una alianza con los ultraconservadores de Kaczynski y Confederación. Por ahora, en todo caso, siguen apoyando al Gobierno liberal, como ha manifestado este miércoles el vice primer ministro y líder de PSL, Wladyslaw Kosiniak-Kamysz.
El también titular de Defensa ha valorado las propuestas de Tusk en temas importantes para su electorado. Se ha referido, entre otros, a la seguridad, la política de memoria —con algunos asuntos espinosos pendientes con Ucrania, como la masacre de polacos en Volinia, entre 1943 y 1945― y temas relacionados con la agricultura, especialmente el control a las importaciones de productos ucranios. Con esta formación en el Gobierno, que Tusk necesita, la legalización del aborto está condenada en lo que queda de legislatura.
La victoria del ultranacionalista Nawrocki, que tomará posesión cuando termine el mandato de Andrzej Duda en agosto, deja maniatado al Ejecutivo y mina el liderazgo en el que estaba trabajando Tusk en la Unión Europea. El presidente tiene capacidad de veto legislativo, lo cual mantiene en suspenso la posibilidad de aprobar las leyes que Polonia prometió a la UE, y que le sirvieron para desbloquear los 137.000 millones de euros que Bruselas le retenía por los envites de PiS al Estado de derecho.
Tras el varapalo electoral, el Gobierno se ha activado. Tusk anunciará en julio una restructuración del Consejo de Ministros, con menos ministerios y caras nuevas. En los próximos días tiene previsto nombrar también un portavoz, una figura a la que se ha resistido hasta ahora.
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