Patti Smith, la poeta que se convirtió en leyenda del rock
Se cumplen 50 años de Horses, el primer disco de una artista que revolucionó la música y la literatura, y que supo mantenerse fiel a sí misma


Mucho antes que una leyenda del rock and roll, Patti Smith (Chicago, 78 años) era poeta y trabajaba en Scribner, una librería junto al Rockefeller Center de Nueva York. Vivía junto a su por entonces pareja, el fotógrafo Robert Mapplethorpe, en el hotel Chelsea al que Leonard Cohen dedicó una canción y en el que también vivieron otros iconos culturales, como Arthur Miller, Bob Dylan o Janis Joplin. Patti Smith era la pura personificación de la bohemia. Quizá por eso se la podría definir como una flâneuse, esa palabra sa que popularizó Baudelaire, y que se refiere a una persona callejera, que pasea sin rumbo, y que utiliza la observación como parte de su proceso creativo. Fue una vida que contó a través de sus libros, especialmente Éramos unos niños (Lumen, 2024), que ganó entre otros premios el prestigioso National Book Award de no ficción, vendiendo más de un millón de copias y traduciéndose a 43 idiomas.
Smith es una mujer valiente. No se ha mordido la lengua para gustar a todos ni le han importado las consecuencias de no ser políticamente correcta. El activismo ha sido preponderante en su carrera, con la lucha contra el cambio climático como una de sus grandes causas. Fue abanderada de la campaña presidencial de Ralph Nader, del Partido Verde, a las elecciones del año 2000, y de John Kerry en 2004; lideró las protestas contra la guerra de Irak y en febrero señalaba en Instagram que “Palestina pertenece a los palestinos”. Recientemente, junto a Robert De Niro y Martin Scorsese, envió varias cartas al alcalde de Nueva York, Eric Adams, para pedir que no se destruyan los jardines de la calle Elizabeth, en Little Italy, donde se ha anunciado la construcción de nuevos edificios. Michael Stipe, líder de R.E.M. ha dicho en múltiples ocasiones que Horses fue el disco que lo inspiró a hacer música. Fue el encargado de presentar la gala en la que Smith recibió la Medalla Jacqueline Kennedy Onassis, un reconocimiento que rinde homenaje a ciudadanos comunes por su labor extraordinaria en el servicio público y el voluntariado local. En su discurso, Stipe destacó también la dimensión humana de la artista: “Es una gran madre y abuela. Es pacifista, activista. Un referente para mí y para millones de personas. Un faro de esperanza, de acción y de refugio en todos los sentidos”.
Hija de una camarera con voz de cantante de jazz y de un maquinista, Smith creció como la mayor de cuatro hermanos, en una familia pobre, pero artística y unida. Empezó a trabajar a los 10 años —en campos de cultivo de arándanos o cuidando niños— y se acostumbró desde joven al nomadismo: se mudaron de Chicago a Filadelfia y luego a Nueva Jersey. Aunque fue educada como testigo de Jehová, su religión fue la poesía desde que a los 16 años descubriera Las iluminaciones, de Arthur Rimbaud, al que consideraba su amor secreto.
Su historia se cimenta a partir de resiliencia y determinación: donde los demás caían, ella se empoderaba. Cuando a los 20 años se quedó embarazada por accidente —dio al bebé en adopción— y la echaron de la universidad, tuvo la revelación de que todo iría bien y sería artista. “Me sentía en plena posesión de mí misma. Demostraría mi valía”, escribió en Éramos unos niños. Poco después de dar a luz, Smith llegó a Nueva York en autobús, sin planes ni ahorros. Allí escribiría poemas, haría fotos y reseñas musicales como forma de expresarse y existir. Disfrutaba recitando spoken word en la icónica iglesia de St. Marks con Lenny Kaye a la guitarra y Andy Warhol y Lou Reed entre la audiencia, en ese Nueva York creativo y peligroso de los setenta. “No me importaba la miseria de la vocación”, escribía. Por eso cuando el productor musical Sandy Pearlman, un visionario, la vio recitar y le propuso grabar un disco, Smith se echó a reír.
En 1975, vería la luz Horses, su disco debut, con portada de Mapplethorpe. Un álbum que no solo revolucionó la música, sino también la vida de muchos, y que celebra ahora su 50º aniversario. Fue el punto de partida de una carrera fulgurante durante la que publicó 10 libros y 11 discos, y con la que consiguió todo tipo de reconocimientos. Un disco fiel a los directos de la banda, ya que Smith rechazó incluso el ofrecimiento del productor, nada menos que John Cale, cofundador de The Velvet Underground, para hacerles los arreglos que pulieran el sonido.
Smith llegó a la cima del punk rock sin hacer uso de ese elemento de autodestrucción que parecía inherente a los artistas. Nunca estuvo envuelta en alcohol, drogas o escándalos, lo que desmitifica el secreto de la creatividad. Para Lenny Kaye fue una sorpresa que Patti se mudara a las afueras de Detroit a construir una familia con el también músico Fred Sonic Smith, con quien tuvo dos hijos. Después del éxito del primer álbum de la banda, costaba encajar que la cantante decidiera apartarse de la vida pública. Pero Smith explicaría en una entrevista para Harvard Business Review que en aquellos momentos necesitaba parar porque sentía que “estaba creciendo como estrella del rock and roll, pero no como artista”. Una fama, por cierto, que siempre fue mucho mayor en Europa que en su país natal, EE UU. En los años que siguieron llevó una vida tranquila y discreta, imponiendo su tiempo a los dictámenes del mercado.
Tras la muerte de su marido en 1994, Patti retomó su carrera con el álbum Gone Again (1996), reuniéndose con su banda como si nada hubiera pasado. La amistad entre Patti Smith y Kaye dura más de medio siglo. “No ha cambiado mucho desde que la conocí en 1971, nunca ha comprometido sus ideas ni se ha dejado llevar por las tendencias de la industria, sigue creyendo en lo trascendente de exponer su visión creativa”, explica el legendario guitarrista por Zoom. “Es mi hermana del alma. Nos comunicamos muy fácilmente, y nos apoyamos y animamos el uno al otro con nuestras creaciones independientes”.
No es el único vínculo que Patti mantiene desde que empezó a subirse a los escenario. Andi Ostrowe empezó a ser su asistente desde 1976: “Leí que iba a grabar Radio Etiopía y envié una nota a su estudio de grabación diciendo que acababa de regresar de Etiopía. Patti me llamó directamente, lo que me sorprendió, quedamos en encontrarnos y conectamos de inmediato”, cuenta por correo electrónico.
Esta autenticidad resuena con otros grandes nombres que se subieron al escenario del Carnegie Hall el pasado 26 de marzo a homenajearla en un evento bajo el nombre People Have the Power (la gente tiene el poder). Amigos entre los que se encontraban Kim Gordon, Bruce Springsteen, Jim Jarmusch, Scarlett Johansson, Johnny Depp, Sean Penn, Angel Olsen y Sharon Van Etten, que leyeron sus poemas y cantaron sus canciones.
Este otoño, Patti Smith regresará a los escenarios con una gira conmemorativa de Horses que recorrerá Estados Unidos y Europa. El 8 de octubre, la cita será en el Teatro Real.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad , así podrás añadir otro . Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Sobre la firma
