Arroces del Mundo, la fiesta que rompe barreras en el barrio a través de la comida
En 2003, una iniciativa popular decidió crear un festival del arroz para amalgamar a la población multicultural de tres barrios de Bilbao. El cereal hizo efecto y Munduko Arrozak celebra este sábado su 22ª edición

Unos ponen su granito de arena, y otros, de arroz. De todo tipo y lugar, cocinados de mil maneras, bajo la influencia de otras tantas culturas, a la vista de todos y con un objetivo: cohesionar y hacer barrio. Esta fue la idea con la que surgió en 2003, en el corazón de Bilbao, uno de los festivales gastronómicos más carismáticos de nuestra geografía, Munduko Arrozak-Arroces del Mundo, que celebrará el próximo 14 de junio su 22ª edición. Un festival que buscaba amalgamar la población de los barrios de San Francisco, Bilbao La Vieja y Zabala, cada vez más diversa pero poco conectada, explican sus organizadores, y encontró en el almidón arrocero el aglutinante perfecto.
Un plan para conocer a los vecinos
“Corría el año 2003 y en la Coordinadora de Grupos de Bilbao la Vieja, San Francisco y Zabala existía cierta preocupación por la situación de estos barrios”, nos cuenta Patxi Manrique, responsable del evento. “Cada vez había más gente de fuera, nuevos vecinos con los que, en realidad, no teníamos relación, si acaso nos conocíamos de cara y nos saludábamos al cruzarnos, pero poco más. Vecinos que a unos les provocaban curiosidad y a otros, cierta inquietud”, añade. Bilbao La Vieja, en concreto, está considerada como el barrio más antiguo de la capital vizcaína. Como San Francisco y Zabala, está profundamente vinculado con la historia de las minas de hierro y la revolución industrial. Los tres barrios son lugares de fuerte componente obrero y popular que en los últimos años han acogido mucha inmigración y acusado los recortes sociales, añade Patxi.
Recortes que, por suerte, no han afectado a las ganas de salir y encontrarse en torno a una buena comida. “Buscábamos que todas las personas estuvieran presentes en la vida y las decisiones del barrio, conocernos y acercarnos. En Euskal Herria la comida es un vertebrador de relación entre personas”, detalla Patxi, “y a alguien se le ocurrió que un evento en formato comida podría funcionar”. Dos fueron las claves para lanzar el proyecto: “Uno, tenía que ser en la plaza, en un espacio público que queríamos habitar y utilizar a plena luz del día como reivindicación, también, de la recuperación de estos lugares”, explica el organizador. “Y dos, el objetivo era potenciar la convivencia, con la comida como vertebrador de la relación”.
La palabra mágica, arroz
Así es como dieron con la palabra mágica: arroz. “Se cocina en todo el mundo y de mil maneras diferentes. Era justo lo que buscábamos, la diversidad y la universalidad”, detalla Patxi. Aquella primera edición reunió a 300 inscritos. 22 años más tarde, el arroz ha hecho chup chup y reúne en cada edición a 3.000 participantes repartidos en más de cien cuadrillas. Bilbotarras de toda la vida y otros llegados de Senegal, de Guinea Bissau, de Ecuador, de Honduras, Etiopía o Filipinas. En forma de asociaciones gastronómicas, culturales, deportivas o de migrantes, en familia o con amigos. Colectivos culturales, cristianos o scouts. El arroz no conoce fronteras. “Hemos llegado a ser 4.000, pero esa cifra desbordaba la capacidad de la plaza”, añade Patxi, pues hasta en Bilbao han de poner un límite a los eventos que, como este, se han convertido en masivos. A los participantes se une, además, el público que acude a deleitarse la vista con unos platos arroceros que la mayoría nunca ha visto antes. Así, explica Patxi, “Munduko Arrozak se ha convertido ya en la fiesta anual más importante del barrio”.
La cita comienza a las 09:00 de la mañana en la bilbotarra Plaza Corazón de María con el reparto de mesas y sillas a los inscritos, que han pagado para ello la cantidad de dos euros. El resto del equipo lo han de llevar los participantes: la materia prima, los fogones y esa receta que tienda puentes culinarios. A las 11:00 tienen lugar actividades varias, como talleres infantiles y actuaciones culturales, a la vez que arranca la preparación de arroces por parte de las cuadrillas. Cuando tocan las 13:00 comienza la kalejira reivindicativa por la diversidad por las calles del barrio –nada mejor para abrir el apetito– y a las 13:30 el concurso gastronómico Arroces del Mundo. “En realidad”, puntualiza Patxi, “no se trata de un concurso culinario al uso, sino que se valoran otras cosas además del tema gastronómico también”. Además de los platos que preparan los participantes, la organización ofrece entre 300 y 400 raciones de arroz como parte de la comida popular del evento a partir de las 14:30. “A las cinco tiene lugar el reparto de premios y sorteo y de ahí, ya, lo que surja. Antes organizábamos más actividades, pero nos dimos cuenta de que realmente no hacía falta porque la plaza cobraba vida por sí sola, y lo mismo venía un grupo de mujeres africanas y se ponía a cantar, que aparecía una cuadrilla de Herri Kirolak –deporte tradicional vasco– o unos chavales se ponían a tocar percusión y otros a saltar a la comba”.

Un cereal que toca la fibra
En Munduko Arrozak se cuece arroz y se cuecen emociones, encuentros, descubrimientos. “La gente se siente acogida, recogida, la valoración no puede ser más positiva”, afirma Patxi. Parte de estas experiencias se recopilaron en 2023, con motivo del 20 aniversario del festival, en el libro 20 Años de Arroces del Mundo, recetas e historias. “En él, participantes de Munduko Arrozak nos aportan su testimonio y una receta. Lo que más importancia tiene es lo primero. Nos cuentan su historia de emigración con una entrevista de cierta profundidad y, después, el plato”, añade el bilbotarra. Es el caso de Elsa C., de Etiopía, que tuvo que abandonar su país hace 17 años y encontró en España una casa hecha de arroz. “Es una fiesta de diversidad, de acogida, de apoyo, y se ha convertido en algo muy importante en mi vida. Puede venir todo el mundo con su color, su receta y su cultura. No ves la diferencia que puedes ver en otras fiestas”, explica la etíope en el libro. O el de Griselda, hondureña y auxiliar de enfermería que abandonó su país cuando estudiaba en la universidad tras dos atracos a mano armada. “Esta fiesta es una forma muy bonita de reunir a todos los continentes, colores e idiomas. Nos une una cosa sencilla: la comida. Ahí podemos ver que es mucho más lo que nos une que lo que nos separa. Las fronteras las hacen los políticos, pero los humanos tendemos a unirnos por naturaleza, y por la comida”, señala. Por ese arroz con salsa de cacahuete, hoja verde de yuca, carne de ternera y aceite de palmera de Guinea Bissau, o ese otro con guiso de espinacas y crema de cacahuetes de la zona de Arua, en Uganda. Por ese chaufa peruano con pollo, salchicha, jengibre y aceite de sésamo, o ese otro senegalés de verduras con caracoles de mar. Todos los arroces del mundo, como no podía ser de otra manera, en Bilbao.
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