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Cuando los sicarios desembarcaron en Madrid: “Venían, mataban y se marchaban”

En los años 2000, el auge del crimen organizado disparó los homicidios y los policías se sumergieron en un nuevo tipo de delincuencia, más escurridiza y profesional

Escena del crimen del asesinato cometido por sicarios en Carabanchel el 14 de diciembre de 2007.
Patricia Peiró

Ocurrió a las once de la mañana en una concurrida vía de Carabanchel. Fue rápido y profesional. Dos hombres con pasamontañas se acercaron a su objetivo y le descerrajaron una decena de tiros. La escena se produjo el 14 de diciembre de 2007, un día soleado de verano. Fue obra de sicarios cumpliendo el encargo de un cabecilla de la droga en Madrid que quería quitarse de en medio a un competidor. A uno de los autores de aquel crimen se le cayó un guante con sus huellas dactilares. Meses más tarde, esas huellas sirvieron para identificar su cadáver. La venganza había llegado de vuelta.

“Era una época convulsa”, recuerda Ángel Gracia, investigador de homicidios en Madrid entre 2005 y 2014. Él participó precisamente en la investigación del crimen del narco de Carabanchel. En aquellos primeros años de los 2000, el número de homicidios rebasó el centenar, algo inaudito en una ciudad como Madrid, y la mitad de ellos eran atribuibles a las venganzas entre bandas criminales.

Habían desembarcado en Madrid las oficinas de cobro, como se denominaba a las nuevas organizaciones llegadas desde el otro lado del Atlántico para controlar la parte del negocio del narcotráfico en Europa y, también, para mantener a raya a los subalternos. No se trataba de oficinas físicas, sus integrantes podían reunirse tanto en una peluquería, como en un banco en un parque.

“En aquella época se hicieron habituales las llamadas por un homicidio que claramente era un ajuste de cuentas proveniente del crimen organizado. Tenían un modus operandi muy característico. A veces incluso venían de otro país, mataban y ese mismo día se marchaban”, recuerda Carlos Segarra, policía en segunda actividad y miembro de un grupo de homicidios entre los años 1998 y 2003, justo los años de más actividad del sicariato en Madrid. “A todo eso se unió la batalla por el control del mundo de la noche, era la época de los Miami...”, señala el agente.

De hecho, en 2018 José Ricardo Rojas Montes, el que fuera líder de esta banda de narcotráfico y extorsión, fue asesinado a tiros cuando dejaba a sus hijos en el colegio en Pozuelo de Alarcón (Madrid), un asesinato casi idéntico al más reciente del exasesor del gobierno ucranio y prorruso, Andrii Portnov. Un crimen que ha vuelto a poner sobre la mesa un tipo de homicidios, los cometidos por profesionales del crimen, que entraña sus particularidades para los investigadores. No solo hay que identificar a los autores materiales, sino también a los que han puesto precio a la cabeza de la víctima. En esta tarea están volcados los investigadores de homicidios, pero también los de Información, encargados de rastrear las conexiones políticas y con otro tipo de grupos fuera de la legalidad. Un crimen similar al intento de homicidio de Alejo Vidal-Cuadras en 2024, en el que supuestamente se esconden motivaciones políticas.

La policía se enfrentaba a nuevas caras y nueva criminalidad en aquellos años en los que llegaron los asesinatos por encargo. Gracia recuerda las horas y horas que emplearon tanto él como sus compañeros para identificar a la organización que estuvo detrás del asesinato de Carabanchel. “Fueron horas de vigilancia con mucho riesgo. En un radio de apenas un kilómetro logramos identificar que se reunían en una peluquería, un supermercado y un bar al que iban a bailar”, rememora.

Los investigadores de homicidios examinan el cuerpo de una víctima de asesinato por sicarios, en el distrito de San Blas en 2002.

Y también fue una época de mayor riesgo. Los policías de Madrid no olvidan la fecha del 12 de agosto de 2002. Ese día un grupo de agentes de homicidios se desplegó por diferentes puntos de la ciudad en busca de un sospechoso de asesinato. Las huellas del criminal habían sido halladas en un azucarillo en la escena del crimen. Tres de los agentes encontraron al objetivo, acompañado de otro hombre que se le parecía mucho.

Cuando se disponían a detener al presunto autor, uno de ellos sacó un arma e hirió a los tres policías con un solo tiro. A Salvador, uno de ellos, la esquirla del proyectil le impactó en la carótida y murió en el acto. Al registrar la vivienda, los policías hallaron armas que los incriminaban con otros tres crímenes cometidos en Madrid en los meses recientes. Era la casa de un sicario.

La lista de formas en las que se encontraban los cadáveres en aquellos años es variada. En 2003 se halló en un contenedor de Getafe un torso; en agosto de 2000 otro hombre fue tiroteado cuando se estaba poniendo las zapatillas deportivas a las puertas de un polideportivo en Villaverde; en agosto de 2002 el camarero de un bar de Ciudad Lineal fue acuchillado hasta la muerte por deudas de drogas. “Con la globalización se dieron cuenta de que aquí tenían un mercado bastante aceptable y decidieron instalar sus franquicias, para ellos era un territorio virgen”, define Gracia.

“Muchas veces, dirimían aquí problemas que traían desde sus países de origen. Se había podido enfadar el jefe del cartel allí y la venganza se ejecutaba aquí”, añade el expolicía. Esto fue lo que sucedió con Leónidas Vargas. Histórico narcotraficante, colaborador de Pablo Escobar y apodado el Rey de Caquetá, que fue tiroteado el 8 de enero de 2009 en una habitación del hospital 12 de Octubre. Por el crimen fueron condenadas cuatro personas, incluido el autor material, un camarero residente en Canarias que había sido reclutado específicamente para este encargo.

Imagen del autor material del narco Leonidas Vargas en el hospital 12 de Octubre, en enero de 2009.

Las cifras públicas de los 2000 bailan, incluso dieron lugar a rifirrafes dialécticos en el Congreso de los Diputados, pero los hechos son contundentes. La situación llegó a ser tan desbordante, que en 2002 se creó un tercer grupo de homicidios, algo que nunca había sucedido y que no ha vuelto a ocurrir. Se trata del “mítico grupo X”, como todos los policías de entonces y ahora se refieren a él, porque nació y murió en 10 años y sus agentes trabajaron en algunos de los casos más sonados de la época.

Los asesinos por encargo suelen tomar precauciones que otros no toman, como usar identidades falsas y asegurarse un plan de huida. A todo esto, hay que añadir el manto de silencio que se cierne sobre estos casos, propio de las normas internas de las organizaciones mafiosas, pero también por miedo a las represalias. “Era muy difícil conseguir que alguien te hablara y eso dificultaba mucho establecer las relaciones entre víctimas, autores e inductores. Luego poco a poco, empezamos a poner a todos cara y nombre, comenzamos a tener confidentes. El trabajo policial fue ingente”, recuerda Ángel Gracia.

El abogado Jaime Sanz de Bremond ha intervenido en dos causas con sicarios en Madrid. La del asesinato del abogado Alfonso Díaz Moñux en 2008, tiroteado cuando regresaba a su casa y el de un joven acribillado en 2017 cuando salía de un curso de formación en a. Este último fue un caso especialmente desafortunado, porque los criminales lo confundieron con su verdadero objetivo, un famoso alunicero que iba al gimnasio en el edificio del que salió el chico y conducía su mismo modelo de coche. “Es muy complicado demostrar la transacción económica que ha existido para el encargo”, asevera. El letrado rememora que en el juicio por el asesinato del chico al que mataron por equivocación, el sicario asumió los hechos como iniciativa propia para proteger al jefe de la oficina que había coordinado la acción.

En 2024, la Comunidad de Madrid registró 22 homicidios, la cifra más baja de la historia, y eso que tres de ellos se produjeron en diciembre del 2023, pero se contabilizaron en enero, cuando se descubrieron los cuerpos de tres hermanos en Morata de Tajuña asesinados, presuntamente, por una deuda con un antiguo inquilino.

De todos los homicidios, solo tres se cometieron con arma de fuego: un expolicía que mató a su mujer, el de Borja Villacís, hermano de la exalcaldesa de Madrid, y el de una mujer a la que tirotearon tras una rencilla familiar en Puente de Vallecas. El último crimen atribuido en Madrid a una oficina de sicarios es el del Loco Aroni, ocurrido en Ciempozuelos en 2022, y por el que hay detenidas seis personas, entre ellos el pistolero. Este hombre habitual en círculos criminales escapaba de Perú, donde ya habían puesto precio a su cabeza, pero los 9.000 kilómetros que separan ambos países no fueron suficientes para evitar su destino.

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Sobre la firma

Patricia Peiró
Redactora de la sección de Madrid, con el foco en los sucesos y los tribunales. Colabora en La Ventana de la Cadena Ser en una sección sobre crónica negra. Realizó el podcast ‘Igor el ruso: la huida de un asesino’ con Podium Podcast.
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