San Sebastián rechaza los símbolos franquistas de su ‘skyline’ y debate sobre su Cristo de 12,5 metros
Grupos ciudadanos con el apoyo de Bildu y Podemos proponen incluir la estatua del Sagrado Corazón, construida en plena dictadura, en el catálogo de elementos contrarios a la memoria histórica


El papa Pío XII felicitó a los donostiarras hace 75 años por radiomensaje desde el Vaticano. “Venerables hermanos y amados hijos”, sonó por la megafonía de la ciudad. Era 19 de noviembre de 1950 y se estaba celebrando la inauguración de la estatua del Sagrado Corazón, que hoy sigue en pie en lo alto del monte Urgull. El pontífice agradeció el “magnífico homenaje al corazón sacratísimo de Jesús, alzándole un monumento en uno de los puntos más hermosos de España”. Un grupo de ciudadanos y los partidos EH Bildu y Podemos reniegan ahora de esta escultura porque, según defienden, cumple todos atributos para ser considerado “un símbolo de exaltación franquista y su ideología nacionalcatólica”. El alcalde de San Sebastián, Eneko Goia (PNV), defiende su conservación porque está “perfectamente integrado en el paisaje urbano” y “forma parte del skyline” de la ciudad.
La estatua del Cristo, de 12,50 metros de altura, está instalada sobre el Castillo de la Mota (una antigua fortaleza declarada monumento arquitectónico-artístico en 1925) y se apoya sobre una pirámide truncada de 16 metros de altura que alberga una pequeña capilla. Desde este emplazamiento, a 130 metros sobre el nivel del mar, se domina gran parte de la ciudad y de la costa. En su tiempo sirvió de guía para los marineros; hoy forma parte del imaginario donostiarra y es visitado por numerosos turistas. La omnipresente figura del Sagrado Corazón ha suscitado ahora una polémica sobre el origen de su construcción y el sentido que llevó a erigirla en un lugar tan singular y visible.
¿Fue un proyecto que impulsaron los franquistas tras la Guerra Civil? El grupo de simbología franquista que forma parte del consejo asesor de Memoria Histórica del Ayuntamiento donostiarra sostiene que la escultura se construyó entre 1949 y 1950 con el objetivo que en esa época llevó al régimen de Franco a “monumentalizar el espacio público a través de símbolos religiosos que servían tanto para glorificar la religión como para asociarla directamente con la autoridad política”.
Los detractores se remiten a un acta del consistorio donostiarra que aprobó en mayo de 1939 la construcción de una escultura dedicada al Sagrado Corazón de Jesús y contribuir económicamente con 100.000 pesetas de la época. Queda así constancia de lo que se manifestó en esa reunión: “Todo cuanto hagamos por nuestros soldados que bajo el supremo bando del providencial Caudillo Franco han salvado a España y a Europa de la invasión bolchevique, nos parecerá siempre poco…”. “Por eso todas las provincias, ciudades y aldeas preparan sus monumentos de homenaje a mártires y a los caídos y en esa doble campaña de emulación, Guipúzcoa y San Sebastián no podían permanecer a la zaga y quieren hacer algo digno de la provincia y de la ciudad, pero más digno aún de los mártires y de los caídos en esta tierra”, quedó recogido en aquel acuerdo municipal. Este es el principal argumento defendido por quienes hoy proponen al Ayuntamiento que solicite a la istración del Estado que incluya la escultura en el catálogo de símbolos y elementos contrarios a Ley de Memoria Democrática de 2022, no se celebre ningún acto de conmemoración del 75º aniversario de su inauguración y no realice ningún trabajo de remozamiento ni reparación de la escultura. En la actualidad, el Ayuntamiento ha consignado un gasto de 48.330 euros para “limpiar, sanear y tapar las fisuras” de la icónica figura.
La Sociedad de Ciencias Aranzadi elaboró en 2021 un informe sobre el origen histórico del Sagrado Corazón que analizó si es franquista y si es compatible con la legalidad sobre la memoria democrática. En sus conclusiones, confirma que “el propósito de las autoridades locales franquistas en 1939 era erigirlo como exaltación del régimen dictatorial”, pero apostilla que las primeras peticiones para construir la estatua religiosa fueron anteriores, “entre 1926-1929, durante la dictadura de Primo de Rivera”. Los responsables de este trabajo realizaron una inspección ocular para comprobar si en el monumento existen escudos, insignias, placas y otros objetos conmemorativos de elogio de la sublevación militar franquista y de la represión de la dictadura. “No hemos encontrado ningún elemento incompatible con lo que dicta la Ley de Memoria Histórica”, resolvieron los de Aranzadi.

El obispo de San Sebastián, Fernando Prado, ha terciado en esta polémica y se ha mostrado consternado por el intento de atribuir al Sagrado Corazón una motivación política más allá de la estrictamente religiosa: “Su génesis y finalidad responden a una motivación exclusivamente religiosa y popular, ajena a cualquier propaganda político-partidista”, afirma en una carta pública a los fieles. “Conserva nítidamente su carácter piadoso y de fe”, añade. El prelado hace un recorrido histórico minucioso y va relatando año tras año cuál fue el proceso de su gestación. Sitúa su origen en 1926, con ocasión de una encíclica del papa Pío XI sobre la realeza social de Cristo. Se recuperó el plan en 1928 con el impulso que quiso darle el obispo diocesano de Vitoria, monseñor Zacarías, empeñado en levantar en el monte Urgull donostiarra “un coloso” para que “atrajese las bendiciones de lo alto sobre los hijos de vuestro católico país”.
En 1938, el Ayuntamiento retomó la idea y se mostró dispuesto a aportar un donativo económico. Un año después, terminada la contienda nacional, el consistorio, favorable al régimen franquista, aprobó “patrocinar” su construcción. El Sagrado Corazón cobró nuevo impulso en 1944 gracias al entonces obispo, Carmelo Ballester, que impulsó una cuestación popular con la que se recaudaron 1,8 millones de pesetas. Fue en 1945 cuando el consistorio autorizó por unanimidad la erección de la estatua y encargó al arquitecto Pedro Muguerza (partícipe de las obras del Valle de los Caídos) el diseño de la escultura. Y llegó Pío XII en 1950 para dar la bendición a una figura de Cristo que mira a la ciudad mientras la bendice con su mano derecha y con la izquierda señala su corazón. Tiene alguna semejanza con el Cristo Redentor de Río de Janeiro, otro icono religioso-turístico, aunque este tiene unas proporciones mayores (mide 38 metros) y el todopoderoso se presenta con los dos brazos abiertos en señal de bienvenida y protección al mundo cristiano.
El obispo donostiarra insiste en que el Sagrado Corazón de la capital guipuzcoana es “anterior al franquismo” y no pretendió ser “nunca un monumento a Franco ni a los caídos, sino un homenaje a la misericordia divina”. Fue un “proyecto colectivo”, dice el prelado Prado. Fue “una iniciativa de los creyentes y del pueblo”, incide. Y exige “rigor histórico” a quienes ahora defiende su retirada. “A nadie se le ocurriría tampoco demoler el hospital Donostia por haber sido construido durante el franquismo. Franco asistió numerosas veces a la pelota en frontones de San Sebastián. ¿Habría que suprimir por ello los partidos de pelota como símbolos del régimen?“, apunta en su misiva de ocho páginas.
San Sebastián ha zanjado por el momento este debate. Solo EH Bildu y Podemos apoyan su consideración franquista, mientras que el resto de partidos (el PNV y el PSE-EE en el gobierno local, y el PP) son partidarios de que el Sagrado Corazón siga dominando la ciudad y presidiendo el paisaje donostiarra por mucho tiempo.
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