La crisis del desempleo de larga duración en Chile: “Es una realidad que se vive en silencio”
Las personas con 12 meses o más sin trabajo aumentan un 69% respecto de 2024. La mayoría tiene educación superior completa


Las puertas del trabajo no están abiertas para todos en Chile. Así lo evidencian las últimas cifras: en el último año, el número de personas desempleadas aumentó 37.479 más, y casi todos –el 95,8%, es decir, 35.894– forman parte de un grupo atrapado en la cesantía prolongada. La tasa de desocupación de larga duración creció un 69,1% en el trimestre de febrero a abril respecto al mismo periodo del año anterior, el mayor salto desde octubre de 2021.
El incremento no es repentino, sino un síntoma de la debilidad persistente del mercado laboral chileno. El desempleo escaló hasta el 8,8% en febrero-abril de este 2025 –el primer incremento tras 14 meses sin alzas–, mientras que la creación de nuevos puestos de trabajo fue de 20.011, según datos del Instituto Nacional de Estadísticas (INE). Juan Bravo, director del Observatorio del Contexto Económico de la Universidad Diego Portales, asegura que “esta combinación inevitablemente lleva al fenómeno del desempleo de larga duración”.
En total, hay 147.768 personas en esta situación en el país sudamericano. Es un grupo minoritario si se compara con el total de desempleados: 907.718. Sin embargo, es especialmente vulnerable debido a las consecuencias de estar sin trabajo durante un tiempo tan largo. “Los efectos son múltiples. Es un fenómeno que repercute en una depreciación del capital humano, porque las personas que están tiempos demasiado extensos sin empleo empiezan a perder destrezas. Por otro lado, está el riesgo de caer en pobreza debido a que los afectados gastan sus ahorros y medios de financiamiento. Finalmente, eleva la prevalencia de enfermedades como ansiedad y depresión, y también la probabilidad de enfermedades físicas. Es algo que no solo afecta a nivel individual, sino a todos porque, en algunos casos, lleva a la posibilidad de realizar conductas socialmente indeseables como caer en drogadicción o cometer delitos”, explica Bravo.
Al descomponer los 35.894 desocupados de larga duración que se agregan durante este último año, 24.800 son personas con educación superior completa. Para Bravo hay dos posibles causas: “En ciertas áreas de estudio hay un exceso de profesionales, que no son demandados por el mercado laboral. Es decir, existe un descalce entre la oferta formativa y las demandas del mundo productivo. Asimismo, cuando este grupo educativo trabaja accede a mayores niveles de ingreso y tiene mayor capacidad de ahorro. Eso significa que, en comparación con otros grupos, tiene más tiempo para dedicar a la búsqueda de un empleo adecuado”.
Jorge Gaju, director ejecutivo de Fundación Emplea, que capacita a personas sin trabajo, indica que la desocupación duradera afecta a los grupos más vulnerables, en particular a las mujeres, que independiente de su edad, muchas veces deben postergar su desarrollo profesional por el cuidado de otros. “El problema también se agrava entre las personas migrantes, que demoran años en regularizar su situación y solo acceden a empleos informales precarios, y en las personas con discapacidad”, señala.
Paulina Salinas, ingeniera en gestión: “Siempre estás con la frustración en la garganta”
Paulina Salinas, madre de tres hijos, renunció a su empleo en febrero de 2024. Lo hizo para realizarse un tratamiento oncológico, pero una vez se recuperó quiso volver a trabajar y no ha podido reinsertarse en el mercado laboral. Es ingeniera de gestión y tiene 39 años, pero en los últimos meses se ha ofrecido para otras labores, incluso realizar aseo. “Me dicen que no porque tengo estudios y probablemente en un mes los vaya a dejar. Pero como jefa de hogar no tener ingresos es una situación que agota y frustra, porque se convierte en sinónimo de estancamiento”.

Durante meses ha intentado sin éxito retornar a su antiguo trabajo, en la Municipalidad de Puente Alto. “El desempleo, el que dura mucho tiempo, es una realidad que se vive en silencio. Ver que las oportunidades no llegan es desesperante. Me acuesto pensando en las necesidades que no puedo cubrir de mis hijos. Como jefa de hogar siempre estoy con la frustración en la garganta, porque no puedo ofrecerles la estabilidad que merecen”.
Matías Hozven, publicista: “Entré en un periodo de estrés muy grande”
Unos meses antes de que se declarara la pandemia en el mundo, en 2020, el publicista y periodista Matías Hozven quedó sin empleo y desde ese momento no ha podido entrar encontrar uno formal. “Todo fue muy duro, al principio por lo emocional porque el argumento que me dio la empresa para desvincularme fue insípido”.

Sin ahorros, Matías inició la búsqueda de un nuevo trabajo: “Metía mi currículo en toda página web que existiera y recurría a mis redes de o”. Cuando lo entrevistaban le decían que “cobraba mucho”, que estaba sobre calificado y ocasionalmente que sus estudios estaban desactualizados. Se ajustó a lo que le pedían los reclutadores laborales, pero tampoco hubo grandes avances.
Debió trabajar como repartidor en los momentos más duros de la pandemia. “Fue un periodo corto, lo hice para ganar plata. Luego entregué servicios profesionales freelance, como asesor comunicacional, a distintas empresas y personas, pero nada estable”.
Hoy, a sus 44 años, dice que estar desempleado durante tanto tiempo ha impactado su mundo personal: “Entré en un periodo de estrés muy grande. Eso afectó mis relaciones interpersonales y la confianza sobre mí mismo”.
Ximena Orias, asistente educacional: “Es muy difícil encontrar un empleo en regiones”
Ximena Orias trabajó como asistente de aula en una escuela en Concepción, ubicada aproximadamente a 450 kilómetros al sur de Santiago, hasta diciembre de 2022. “Es muy difícil encontrar un empleo en regiones y más en el área de educación, donde se suelen abrir vacantes una vez al año. Tengo colegas que se han ido a otras ciudades para buscar oportunidades laborales, pero tengo un hijo y no quiero irme”, dice.

Sin otro medio de sustento, esta chilena de 46 años comenzó a preparar pasteles para vender entre sus vecinos y en ferias. Pero no todos los días logra vender lo suficiente para cubrir sus gastos. Cree que lo más complejo de estos tres años sin un empleo formal ha sido lidiar con la ansiedad: “La angustia se apodera de alguna forma de ti y empiezas a deprimir, porque no tienes plata y debes pagar cosas. Ya no piensas a largo plazo, sino el día a día, en qué y cómo haré, de dónde sacaré dinero”.
Diego Castillo, diseñador gráfico: “Comienzas a sentirte excluido”
Cuando Diego Castillo quedó desempleado, en marzo de 2021, se apoyó económicamente con un seguro de cesantía y las ayudas gubernamentales otorgadas durante la pandemia. Pero estos beneficios desaparecieron en unos meses y él, un diseñador gráfico, seguía sin encontrar un trabajo a pesar de haber postulado a decenas de vacantes.

Al principio, su mayor preocupación fue no poder mantener un seguro de salud: “Pasé al peor tramo de Fonasa [Fondo Nacional de Salud] y debía pagar cualquier consulta como particular”. Luego, la falta de una fuente de ingresos también afectó sus relaciones más cercanas: “Ya no te invitan a salir por no tener tanto dinero y comienzas a sentirte excluido”. Pero uno de los mayores choques lo vivió cuando no era contratado: “Siempre había una excusa. De cada 10 currículos enviados, en nueve casos me decían que estaba sobre calificado, que no cumplía con el perfil. Y yo sabía que todo era por la edad, porque en mi profesión después de los 35 años no eres contratado y yo ahora tengo 39. Sé que no soy tan viejo, pero tampoco tan joven. Socialmente, está visto que si estás cerca de los 40 años y no estás estable monetariamente o sin trabajo, empiezas a quedar atrás”.
Diego dice que, en ocasiones, ha querido desistir de la búsqueda de empleo: “A veces es duro insistir, porque sabes la respuesta”. Con el tiempo dejó de postular solo para ejercer como diseñador gráfico, y también apostó por otros puestos como vendedor o atender un negocio con remuneraciones inferiores a las que recibía en su antiguo empleo. Pero encontró una nueva barrera. “Me decían que no tenía experiencia, por lo que quedaba automáticamente fuera del proceso de selección de personal”.
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