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En colaboración conCAF

Títeres de sombra para ayudar a sanar en un hospital oncológico argentino

Pacientes con cáncer elaboran las siluetas y hacen la puesta en escena, lo que, según los psicólogos, les permite experimentar su propio proceso de curación

Personal médico con uno de los títeres de los talleres 'La fábrica de historias' en el hospital oncológico José Miguel de Urrutia.

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Hace un año y medio que a Ramona Quevedo (57 años), le diagnosticaron cáncer de piel, aunque desde hace cuatro camina por consultorios médicos para entender el significado de unas manchas en sus pies. En el Hospital Oncológico José Miguel de Urrutia de la provincia de Córdoba, Argentina, le hicieron diez sesiones de quimioterapia que, pensó, pondrían fin a su calvario. Pero a los dos meses tenía sus extremidades completamente tomadas. “Estoy de vuelta en el hospital, peleándola”, dice.

En este tiempo, Quevedo se sumó a los talleres del Espacio Bien-estar, que ofrece teatro, reiki, música, arteterapia y hasta títeres de sombra. “Este lugar me resultó tan cómodo que despertó en mí cosas que nunca había hecho”, apunta. Allí, el psicólogo social y titiritero Carlos Szulkin, lleva adelante, junto a Diego Acosta, el proyecto La fábrica de historias, una iniciativa de la secretaría de extensión de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba.

Szulkin tiene más de 30 años de oficio y coordina talleres de títeres con distintos públicos, siempre enrolado en el uso social del teatro. Es creador y director del teatro El Escondite y Títeres Luditempo, y ha participado en intervenciones a través de escuelas, cárceles y hospitales psiquiátricos. Los títeres, remarca, son una herramienta democrática que ayuda a pensar temas “difíciles”, incluso la muerte, y a jugar con la realidad personal.

Carlos Szulkin (derecha) y Diego Acosta con algunos de los títeres de sombra utilizados en presentaciones dirigidas a pacientes con cáncer.

“En este caso, las pacientes están participando en su propio proceso de cura, algunas más conscientes y otras menos, pero alejándose de ese lugar pasivo de paciente, que connota que tienen que quedarse esperando a que venga una intervención de afuera”, explica. Unas 20 mujeres de todas las edades y en distintas etapas de su enfermedad asisten a este espacio semanal gratuito. “Los talleres me dan toda la alegría del mundo, hace 15 años que vengo”, cuenta Teresa Gutiérrez, que luchó cinco años contra la enfermedad. “Cuando me dieron el alta, le dije al médico: ‘No me dé el alta total porque voy a seguir viniendo a todos los talleres”, recuerda.

Otra sala de espera

El taller de títeres de sombra es el más nuevo. Comenzó en febrero y ya planean conformar un elenco de pacientes que lleven las obras a otros centros de salud de Córdoba, como el Hospital de Niños. “No buscamos un virtuosismo artístico ni una puesta en escena rimbombante. La gente tiene que sentir que está jugando, no haciendo una tarea; que puede expresarse”, detalla Szulkin.

Por eso, no aprenden los guiones de memoria, sino que realizan una secuencia de acciones, como un juego en la trastienda. La propuesta es crear desde cero obras de tres minutos con base en historias graciosas de su vida. Las pacientes son las encargadas de la narrativa, la elaboración de las siluetas bidimensionales con cartón y varillas que se proyectarán en una pantalla, y de la fase dramática.

Pacientes del hospital oncológico ofrecen una presentación de teatro de sombras en la sala de espera.

Semanas atrás presentaron las obras en la colmada sala de espera del hospital. “La gente se reía y festejaba. Fue muy emotivo”, asegura Milena Vigil, jefa de Salud Mental. “El día de la presentación nos sentimos únicas, en medio de la gente que aplaudía”, agrega Quevedo. “Nosotras, dando lo mejor para que ellos la pasen bien y para que, por un momento, su mente se olvide de la enfermedad”.

Los médicos salieron de los consultorios y se convirtieron en espectadores, junto a los empleados de la mesa de entrada y los guardias. “Habitualmente en la sala de espera solo se escucha ‘42, 43’, el número de llamada. Se ven caras largas, algunos acostados en la falda de su pareja o en la de su mamá. Las escenas que se ven son tristísimas”, relata Vigil.

La institución pública es única en su tipo en la provincia: atiende a personas sin seguridad social mayores de 16 años, a migrantes residentes en Córdoba y a muchos con trabajos informales. En promedio, se realizan 3.200 consultas mensuales, 1.120 tratamientos de quimioterapia y unos 120 de radioterapia, que pueden durar entre seis meses y un año.

Milena Virgil frente al Hospital Oncológico José Miguel de Urrutia, en la provincia de Córdoba.

Espacio de contención

A Elvira Giménez le detectaron cáncer de colon en 2018. “Cuando me dieron el diagnóstico, el cáncer estaba en etapa cuatro”, recuerda. La quimio y los rayos fueron muy duros. Le hicieron varias cirugías, le sacaron una parte del intestino y, luego, cuando hizo metástasis, el cuarto de un pulmón. Entró en depresión. “La doctora me hablaba del taller al que iban muchas mujeres, dijo que me ayudaría, pero no le prestaba atención”. Hasta que, un día de 2019, decidió ir, y todo cambió para ella. “Encontré muchas mujeres como yo que estaban luchando contra la enfermedad”, relata. Desde entonces, espera cada lunes para asistir.

Szulkin asegura que los títeres son terapéuticos: ayudan a expresar y a elaborar malestares. El títere, en su condición de intermediario, permite tomar distancia porque “es un objeto, no un ser humano”. La música, el arte, la magia, el juego -y los títeres que utilizan todos estos elementos- proveen experiencias curadoras. “Me sana el alma y la cabeza; estoy más positiva, me siento más confiada y liberada”, confiesa Quevedo.

El psicólogo explica que con ellos, se llega a la dimensión de la fragilidad humana. “Podemos revisitar dolores, injusticias, situaciones conflictivas que quedaron en el pasado y no tuvieron una resolución”, detalla.

El teatrino, además, cobija. Vigil explica que las mujeres se sienten protegidas por el telón mientras son protagonistas. Es el caso de Giménez, que pensó que no se animaría a actuar hasta que entendió que lo haría en las sombras y ahora ya espera poder hacer las obras en otros hospitales.

Algunas de las pacientes del hospital José Miguel de Urrutia con los títeres de silueta elaborados por ellas.

Para la jefa de Salud Mental, la propuesta dota de mayor empatía a las pacientes. “Esperar en un hospital oncológico no es fácil. Muchas veces nos inundan los miedos, las incertidumbres, nos preocupa saber cómo estamos, cómo vamos a seguir y nos angustia”, refiere María Carreras, de 46 años. Ella asiste a los talleres desde hace dos años, cuando comenzó con la radioterapia.

“Estos espacios aportan un contrabalance, algo que tiene que ver con la vida, con el estar bien, con el seguir adelante, con la esperanza y la magia”, continúa Vigil. Se trata de seguir viviendo lo mejor que se pueda, no solo esperando la próxima fecha de quimio. El uso del humor en las historias creadas por las pacientes no es casual. Szulkin indica que es un mecanismo de defensa que permite que los contenidos dolorosos aparezcan, no se repriman. El teatro de títeres, define, “es un puente fantástico que no está ni del lado de la fantasía ni del de la realidad; se ubica en el medio y por eso permite jugar todo el tiempo”, concluye.

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